La definición de Educación como
desarrollo integral del ser humano parte de una concepción de la
Educación como liberación ligada a la tradición idealista
desde Platón – quizá desde una concepción ingenua , corta y
vulgar que se queda con lo dicho sobre la reminiscencia y el
maestro como partero – o Kant – recordemos cuando habla de los
juicios (racional, moral y estético) algo de lo cual el ser humano
está naturalmente dotado.
Esa naturaleza humana convierte
las relaciones escolares en simples relaciones interpersonales
de actualización y desarrollo del potencial del alumnado, con el
docente como mediador o guía: una especificación no directiva de
comunicación horizontal (para descubrir la individualidad del alumno
pero, claro, más allá allá de unas condiciones históricas
determinadas) y de educación conforme a la naturaleza, en la
dirección de Rousseau y su desafortunado Emilio,o sobre la
Educación, como medio para llegar a la perfección; lo que
existe en potencia, en el alumno, el Sistema Educativo lo pone en
acto.
Los docentes están presos de esta
nematología; esa nebulosa de creencias indeterminada,
oscura e indefinida, vaga, no es más que representación espontánea
de la ideología dominante – que, por si fuese poca la claridad
con la que se manifiesta, tiene curso legal en las sucesivas
reformas educativas de los países desarrollados capitalistas.
Presupone una dualidad entre lo artificial y lo natural
en el ser humano, como lo esencial, como aquello a lo que el
docente llega “raspando” en esa bruta
superficie del estudiante. Esto que desvela se supone que
es la naturaleza humana: al final, el sistema de enseñanza
determina nuestras aptitudes (naturales), capacidades(naturales) y lo que nos cabe esperar (¡naturalmente!) en nuestra
vida adulta como trabajadores.
Inspirado en la ideologia
pequeñoburguesa, subjetivista y psicologista de Rousseau –
y de ningún modo en Marx, y ni siquiera en un joven Marx, por más
que se autopresente como tal – se esconde tras las máscaras
de personalización, individualización, flexibilidad (como
ya critiqué en, su momento, a colación del documental La
Educación Prohibida) y olvida, constantemente y en un ejercicio
de mala fe, la conjugación entre theoria y
praxis para rendirse a la consigna espiritualista y
determinista de “descubrir aptitudes” o, ahora, “desarrollar
competencias” (no olvidemos que solo podemos desarrollar lo que
previamente estaba ahí). El desarrollo de “competencias”,
tan coherente con la Teoría del Capital Humano – por lo demás,
honesta con respecto a su ideología subyacente de la cual no cabe
albergar duda alguna – separa cada ocupación en tareas cada vez
más específicas y especializadas – y, por ello, precisamente,
aunque parezca paradójico, descualificadas – sirviéndose de
credenciales educativas cual arma arrojadiza y limitante.
Los estadios o etapas educativas,
piramidales y complejas, constituyen un mecanismo institucionalizado
que dice responder a las capacidades innatas de cada individuo
(las cuales le sacarán del sistema en uno u otro momento) y a su
desarrollo psicológico, social y biologico. Colocamos,
precisamente, al individuo fuera de la colectividad, fuera de la
Historia, de la Sociedad, de la Economía... El individuo puro fuera
de sus condiciones materiales de existencia, determinado y
dependiendo de las leyes inexorables de su propio desarrollo.
Es más: supone esto la
fundamentación de la desigualdad de posiciones en el trabajo
productivo como consecuencia de desiguales atributos individuales.
Confundimos la causa con el efecto, lo invertimos para ampliar la
separación (¡mucho más allá de una simple
división!) del trabajo bajo lo que naturalmente es justo y
bueno. Lejos de ser crítica, la ideología pedagógica formalista,
presentada como progresista pero anclada en la tradicción
rousseniana, es pequeñoburguesa, coherente y complaciente con la
ideología dominante, cuya reproducción y continuidad facilita.
En su juego maniqueo se
convierte en un cúmulo de contradicciones que legitima con diversos
instrumentos y técnicas esta desigualdad social; los más conocidos
y sufridos por todos son los test de inteligencia. Es fácil:
suponiendo una igualdad de oportunidades – que
elimina todo artificio, supuestamente, en las condiciones iniciales
del educando – el resultado final, la etapa alcanzada por éste,
responde a diferencias innatas. El subjetivismo y el psicologismo
fundamentan el empleo de palabras como aptitudes, disposiciones,
competencias, necesidades, inquietudes, &c. Olvidamos que
los principios del funcionamiento del sistema educativo son
inseparables de la economía de mercado. La ideología pedagógica y
las representaciones nematológicas que guardan de ésta un gran
número de docentes penden de otras representaciones sociales que, a
su vez, descansan en el sistema productivo. Por ejemplo, la idea
de docente como partero (parafraseando – tomandose unas licencias
de lo licenciosas – a Sócrates), guía y mediador se parece
a la idea de un responsable de marketing que dice de sí
dedicarse a averiguar las necesidades de los consumidores. Así
mismo, se nos ha contado que el mercado se comporta de acuerdo con
comportamientos básicos de los consumidores.
Pero si obviamos el determinismo de la
economía política en el Sistema educativo obviamos que:
- La Educación reproduce las desigualdades de clase de una u otra manera y, sí, de una forma cambiante a lo largo de los diferentes sistemas y diferentes reformas educativas, tan peculiares.
- Socializa en la Ideología: la ideología está presente en las Reformas Educativas, que nunca plantean realmente un cambio radical, al estar enraizadas en una misma economía.
- Forma a los trabajadores técnica y psicológicamente para desempeñar funciones productivas subordinadas, generalmente. Por ello, inculca valores no cognitivos (p.g. obediencia) y habilidades prácticas.
- La Educación contribuye a la eutaxia, surgiendo para solucionar los problemas derivados de la industrialización y la urbanización
- Las credenciales educativas evalúan el nivel de cualificación: restringe, limita o permite el acceso a los estratos ocupacionales de los trabajadores
- Similitud entre el divorcio del trabajador y el control de su producción y entre el estudiante y el control de los contenidos
“La estructura de las relaciones sociales en la educación no solo habitúa al estudiante a la disciplina del lugar de trabajo, sino que desarrolla los tipos de conducta personal, los estilos de auto-representación, propia imagen e identificación de clase que son ingredientes cruciales de la adecuación al empleo”
BOWLES Y GINTIS: Schooling
in Capitalism America, NY, St.Martin Press, 1976
Citado en:
MEDIDA, E.: “Educación,
Universidad y Mercado de trabajo”, en Lerena, C.(Ed): Educación
y Sociología en España. Selección de textos, Madrid, Akal
Universidad, 1987
La democratización o las tendencias
democratizadoras del sistema educativo parecen tener, también, poco
de ingenuas y bienintencionadas. La representación de la institución
educativa como neutral, transhistórica, buena en sí, fuera
del mundo y descontextualizada de su funcionamiento real logra
generar la apariencia – en ese característico juego de manos
maniqueo – de armonía interna y eterna, de ausencia de conflicto,
obviando, precisamente, esas partes conflictivas, “negativas”, de
dicha insitución y quedándose con aquello que resulte más
ventajoso a cada fin. Esto es un ejemplo claro de lo que se viene
llamando mala fe.
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